“LA HIENA” BARRIOS: DE LA GLORIA SOBRE EL RING A LA CONDENA SOCIAL
“Me gusta ver cómo los chicos entrenan y hacen algo positivo con su vida, quemar la energía de una forma que no los va a meter en problemas y que estén fuera de las pandillas y las drogas y la cárcel que los rodea, porque en el gimnasio hacen algo por ellos mismos, que es realmente bueno de ver” (entrevista agosto 1991 a miembro de un club de Chicago, “La Lógica Social del boxeo en el Chicago negro. Hacia una Sociología del Boxeo” Wacquant).
Yamila González, embarazada de seis meses, fue arrollada junto a otras tres personas el 24 de enero de 2010, en el cruce de las calles Independencia y Ayacucho de Mar del Plata y murió horas más tarde. Jorge Rodrigo Barrios conducía la camioneta BMW X5 que embistió a un Fiat 147, detenido por el semáforo, que a su vez atropelló a los cuatro peatones.
Lejos de detenerse, Barrios se dio a la fuga colisionando a una camioneta en el denominado “camino viejo” a Miramar, sin consecuencias fatales esta vez. Transcurridas seis horas se entregó a la policía. Estuvo detenido 12 días en la Unidad Penal XV de Batán, hasta que el 5 de febrero recuperó la libertad.
El juicio por la muerte de Yamila y su bebé comenzó dos años después, en marzo del corriente, bajo la carátula homicidio simple que conlleva una pena de entre 8 y 25 años de prisión. Finalmente el boxeador fue condenado por homicidio culposo el 4 de abril y sentenciado a cuatro años de prisión, quedó detenido a disposición de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y fue conducido al penal de Batán. Para condenarlo los jueces tuvieron en cuenta que, al momento del hecho, el imputado estaba “distraído en la utilización de un teléfono celular” y no advirtió que el Fiat detenía la marcha.
“La Hiena” cumplió 22 días de detención efectiva y, luego de pagar 200 mil pesos de caución, salió en libertad hasta tanto quede firme el fallo de primera instancia. Su defensora señaló que podrá conducir y consumir bebidas alcohólicas, aunque deberá cumplir una serie de requisitos que condicionan su movilidad.
¿ACCIDENTE O ASESINATO?
A continuación se transcriben fragmentos de la nota “Continuar la vida cuando un auto atropella y mata a un hijo” por Ema Cibotti, historiadora y presidenta de ACTIVVAS (Asociación Civil contra la inseguridad vial y la violencia)
“Una respiración. Un silbido. El tenue movimiento de su pecho al subir y bajar. Mi hijo estaba en la camilla, conectado a varios monitores, tenía la cabeza vendada por el enorme hematoma, las pupilas inmóviles en un coma profundo, pero lo sentía respirar. Podía hablarle, acariciarle las manos y suplicar por él…”
“Por la mañana entraron las enfermeras y un rato más tarde vi cómo todo el servicio corría a su lado para hacerle las maniobras de reanimación…” “el jefe de terapia intensiva, con su propia angustia a cuestas, nos abrazó y nos explicaba las lesiones irreversibles que tenía Manuel, nuestro hijo mayor.
Manu fue atropellado la madrugada del domingo 14 de mayo de 2006, en el Monumento a los Españoles, a los 18 años…” “…lo enterramos el martes 16”.
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“El 6 de febrero de 2007 el tribunal realizó la declaración indagatoria a Nicolás Piano, conductor del auto. Habían pasado casi nueve meses y recién entonces la administración de justicia daba el primer paso.”
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“Pasaron cinco años…”
“Mucha gente aludía al accidente pero yo ya tenía fuerzas para gritar que la muerte de mi hijo era un asesinato vial. Los casos referidos por las otras madres tampoco podían definirse como accidentales o fortuitos. Los conductores iban alcoholizados, a alta velocidad, corriendo picadas e ignorando los semáforos en rojo. Entre nosotras, confirmábamos que el homicidio culposo es una figura legal tramposa: no dice que los imputados se comportaban como violentos al volante.”
“Por las noches me preparaba mentalmente para el juicio oral y público. Mi hijo no era una víctima para la Justicia, sino un damnificado muerto. No se trataba de un juego de palabras, era un abismo semántico y lo cruzaríamos sólo si se juzgaba y condenaba al imputado…”
“… Sabía que el auto iba a una velocidad que superaba la permitida, sabía que viajaban siete personas dentro del coche. Y además existía una seria sospecha que el conductor iba alcoholizado, aunque nunca se pudo comprobar porque en esa época se podía negar al test –ahora ya no, algo mínimo ha cambiado- Pero el veredicto: culpable de homicidio culposo con tres años de prisión en suspenso y diez años de inhabilitación para conducir, no me sorprendió. Después de cinco años de lucha, intuía que iba a oír la voz del derecho penal y no la de la Justicia…”
Así es cómo se siente en carne propia la pérdida de un ser querido. A veces el dolor aísla, lastima tanto que no deja fuerzas para la lucha, enferma y hasta causa la muerte. Otras se transforma en incentivo, en la energía que mueve a los que quedan vivos para buscar justicia, construir sentidos, intentar evitar que otras familias pasen por lo mismo.
En el caso de Ema, como otras muchas madres, el dolor la potenció al punto de crear una fundación contra la inseguridad vial. Así surgieron proyectos para que las infracciones viales que provoquen daños irreparables sean consideradas delitos dolosos y no culposos.
En 2008 se crea por ley 26.363, la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV). Se trata de un organismo que tiene como principal misión reducir la tasa de siniestralidad en el territorio nacional mediante la promoción, coordinación, control y seguimiento de políticas de seguridad vial.
Para ello se realizan campañas enfocadas en historias cotidianas, sensibilizando a la sociedad sobre los peligros reales que provocan los excesos y el no cumplimiento de las leyes. El slogan utilizado fue “si se puede evitar no es un accidente” con lo cual se pretende concientizar que la irresponsabilidad desemboca en delito, porque un medio de transporte utilizado en forma inconciente puede convertirse en un arma mortal.
Otro organismo civil reconocido es Luchemos por la Vida, que trata temas como el uso de cascos y cinturones, el exceso de velocidad, la ingesta de alcohol, el respeto al semáforo. “Lamentablemente le falta el complemento del Estado que es quien controla y sanciona. La mayoría necesita que le apliquen una multa para convencerse de que el mensaje es también para él” afirma el abogado Alberto José Silveira, presidente de la entidad.
Trabajan, además, en algunas leyes porque aseguran que lo que hoy es una infracción o contravención muy grave, debería ser un delito carcelable si la falta cometida causa daños irreparables.
EL CASO DE “LA HIENA”
Lo que más molesta y condena la sociedad, en principio, es el hecho de la fuga por parte de Rodrigo Barrios, el no haberse detenido y enfrentar la situación, ayudar a los heridos, hacerse cargo del accidente. Y, en segundo lugar, que dos meses después del hecho y a pesar de la prohibición para manejar, fuera fotografiado en el momento que se disponía a conducir.
Por último, en octubre del mismo año (2010), Barrios regresaba al box enfrentando al colombiano Wilson Alcorro. Por este motivo reapareció en los medios y, horas antes de la pelea, dijo en referencia a la muerte de Yamila que no le importaba porque no la conocía y que, además, lo que él protagonizó fue un accidente de tránsito y no un “holocausto”.
Al margen del caso y en los últimos años, Rodrigo también se vio involucrado en otros escándalos, como denuncias por violación, por amenazas y violencia contra su propio hijo de 17 años, al que le desfiguró la cara en octubre de 2010.
CUANDO LA INFANCIA ESTÁ MARCADA POR LA MARGINALIDAD
La historia de vida de Jorge Rodrigo Barrios es similar a la de otros boxeadores que, como él, nacieron en zonas marginales, se criaron en las calles, tuvieron que buscarse el sustento desde muy chicos entre el delito, las drogas y la cárcel. Desde siempre su manera de defenderse del peligro fueron los golpes: “yo era pibe y siempre fui matón” expresó en una oportunidad refiriéndose a su infancia.
En este contexto, cuando se les brinda la oportunidad de insertarse en el mundo del boxeo, encuentran en el gimnasio un lugar relativamente protegido y sociable donde aislarse, aunque sea momentáneamente, de las presiones de la calle.
Al mismo tiempo se les abre una enorme posibilidad de inserción social, lejos del crimen callejero, la droga, las pandillas. Cuando a esto se le suma la gloria del triunfo y la fama, muchos que habían logrado en cierta forma, encaminar sus vidas, caen en un torbellino de excesos. Se les abren puertas a actos y lujos que jamás hubiesen soñado poder acceder e, incluso, conocen personas que se aprovechan de su falta de educación, de su inexperiencia y resulta fácil que desvíen el rumbo.
Tales son los casos de Uby Sacco (fallecido a los 41 años), Oscar de la Hoya y Many Pacquiao por ejemplo, que se han visto envueltos en desórdenes sociales referidos a drogas, noche, sexo, alcohol. Tal vez el más emblemático es el de Mike Tyson que luego de conseguir a los 20 años fama y fortuna, estuvo preso en varias oportunidades por violación, drogas y actos de violencia. Su infancia es la típica de un chico de la calle que creció peleando para sobrevivir entre la delincuencia y el vandalismo. Otro similar por su origen humilde pero con un final marcado por el crimen y la tragedia, fue el de Carlos Monzón.
Wacquant (sociólogo y antropólogo que estudió durante tres años el mundo pugilístico en un gimnasio de un segregado barrio de la ciudad de Chicago) se refiere en su libro a esta relación entre ciertas formas de vida social y el boxeo al que nombra como un “arte del cuerpo sub-proletario” y afirma que “no se puede entender la lógica interna que regula el aparentemente autónomo universo del pugilismo, fuera de su contexto social y ecológico e independientemente de las posibilidades sociales que este contexto asigna a los jóvenes. Aunque muchos prefieren unirse a pandillas o involucrarse en el crimen callejero, dos carreras vinculadas que ofrecen una alternativa potencial, ir al gimnasio adquiere importancia social en relación a la estructura local de oportunidades de cada uno, incluyendo aquéllas ofrecidas –o negadas- por la escuela, el mercado laboral y las actividades en la calle.”
CONCLUSIÓN
A todas las organizaciones mencionadas en torno a los accidentes viales, que a veces no son tales, a las leyes y proyectos de ley para corregir conductas inadecuadas, es necesario sumarle una rápida y sólida acción de la justicia. Pero además y en forma urgente, hay que intentar un saneamiento de las villas y sectores marginales. Es fundamental involucrarse en la educación e integración de los chicos de la calle para que dejen de serlo.
Ofrecer más posibilidades sociales, llámense gimnasios o clubes podría ser una alternativa. Generalmente el deporte atrae a los niños y da como resultado una sana formación corporal y psico-socio-afectiva, facilitando la convivencia, el respeto a las reglas, a uno mismo y a los demás; resultando un complemento del aprendizaje brindado en las escuelas.
Y es el Estado quien tiene la mayor responsabilidad, es su deber ocuparse de la comunidad, garantizar la educación de los niños y adolescentes, erradicar la droga y los excesos, velar por su seguridad y bienestar. Hasta que ésto no ocurra, lamentablemente su futuro no distará en mucho de aquéllos que, alguna vez, supieron ser ídolos populares.
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