El velatorio más esperado
En
una semana de mayo, lluviosa, llena de
niebla, donde la gente iba y venía apresurada para ver los partidos de fútbol, el deporte más
popular, o los informativos, la familia Scarpatto estaba esperando una sola
cosa , que el corazón de Giuseppe deje de latir. Unos, para cobrar una herencia
millonaria, de sus bienes inmobiliarios y animales, otros para que su odiado
pariente los deje en paz.
El
19 de mayo, el “Tano”, que para esos días cumpliría sus jóvenes 87 años, estaba
en su silla mecedora observando la televisión, como le gusta (o gustaba) decir
a él: un plasma de 32’
de última generación. Eran las 18.30 horas, en la Tevé Pública daban el partido
de River Plate y Brown de Madryn. Comenzaba el mismo, el “millo” atacaba y no
podía convertir. En eso un contra-ataque y… goool de los del sur. El corazón
del tano, hincha fanático de River, comenzó a latir fuertemente. Al rato…
¡gooool y empate!
En el entretiempo el tano, atendido por su
familia querida, comía y comía sin parar: que longaniza, que chorizo, que se
tomaba un vinito de aquí y de allá. Le iba subiendo la presión, se notaba en su
cara colorada de la calentura que tenía. Comenzó el segundo tiempo: ¡gol de
River!, ¡el Keko! Todo era alegría pero… de repente, faltaba un minuto para
finalizar y… ¡empató el partido Brown!
De pronto todo se transformó en desazón, el tano
amargado fue a incorporarse y sintió un fuerte dolor en el pecho, cayó al piso
con falta de aire. La familia presurosa, luego de una hora, lo llevó al hospital… Por supuesto ya no había nada
que hacer, el tano estaba… en el mas allá: había fallecido.
Qué
hacemos, “hay que velarlo” decían todos sus herederos y amigos queridos.
Averiguaron si tenía una obra social y, efectivamente, contaba con PAMI.
Entonces buscaron un ataúd, el más económico: “este cajón es de muy buena
calidad”, manifestaban sus parientes mas cercanos (parecía cajón de manzana).
Al
otro día fueron a la casa velatoria Mónaco, es la que le hizo mejor precio … Al
tano lo vistieron con sus mejores ropas: las zapatillas Flecha, medias Thompson, pantalones tiro alto, camisa a cuadrillé,
pañuelito al cuello, reloj de agujas, manos ajadas, ásperas, cara cuarteada por
el trabajo en las quintas… Empezaron a llegar los familiares, el Pancho, dueño
del boliche La Rinconada,
quien lloraba pero no porque lo sentía, si no porque perdería de vender los
salamines y el vinito. Mientras le tocaba la cara le decía: “te fuiste viejito,
pensabas que no te ibas a ir…”
¡Uf!,
en este velorio había mucha hipocresía, mucha mentira… Estaba el Juancito,
¡ja!, gran contador de chistes, contaba y contaba, no paraba de contar, y los
demás los escuchaban , sonreían… Este velorio, más que velorio, era una reunión
para despedir o para festejar… Unos, la herencia que iban a cobrar y, otros, el
odio hacia una persona que no les hacía mal. Los diálogos eran los de siempre:
“Qué buena persona , era bueno el Tano”. Los parientes, que se cruzaban en el
barrio y no se saludaban, se ponían a hablar: “Qué grande que están tus
chicos”, “Y los tuyos, ¿estudian?”. O el “Toni” que se pasaba ofreciendo café o
algo fuerte para pasar el mal rato… Por la vereda pasaba la gente, curiosa para
ver quién era al que estaban velando (la famosa “Canosa”)
Por
lo bajo, algunos sacaban cuentas de cuánto le tocaba a cada uno: a aquél sí, a
aquél no… ¿el tractor a quién?, ¿la desmalezadora?, ¿y el auto?. ¡Ni que hablar
de las propiedades y el dinero en efectivo!, ¡las cuentas bancarias! Pero…
“siempre que un gaucho se divierte, hay un resbalón”, cuenta el dicho popular.
Llegó
el momento de cerrar el cajón: “vayan despidiéndose que, en cinco minutos,
vamos a comenzar a cerrar”. Se acercó Lali, la sobrina, y al darle el beso casi
tira el cajón. Pero, de pronto ocurrió algo inesperado… El tano, hasta ese
momento, blanco como un papel y frío como el hielo, empezó a ponerse colorado y
a subir la temperatura… Un frío les recorrió el cuerpo a todos los presentes,
se les transformó la cara … El tano se
sentó en el cajón y les dijo:
- ¡No está muerto quien pelea!
- ¡No está muerto quien pelea!
Scarpatto
había sufrido un ataque de ¡Catalepsia!, según
la licenciada Careta.
Por Diego Palazzo
Por Diego Palazzo